La Marcha Verde, la historia de un éxito de lucha y unidad nacional
Pedro Ignacio Altamirano
El 25 de febrero de 1958, SM Mohammed V hablo ante las tribus autóctonas saharauis en M’Hamid El Guizlaine en un histórico discurso reivindicativo, afirmó de forma rotunda y clara: “Súbditos fieles del Sahara. Guardaremos recuerdos inolvidables de este viaje y de las expresiones de lealtad y fidelidad de las que hemos sido objeto. Es para nosotros un consuelo y un estímulo hacer realidad las aspiraciones de los habitantes del Sahara que son nuestros y de todos los ciudadanos marroquíes libres, que quieren que su país conozca la dignidad y la grandeza”. Esta fecha y este acto es más que importante ya que deja claro que Marruecos nunca renunció a su unidad territorial, para entender la verdad de la Marcha verde.
Esto da otra dimensión histórica a las palabras textuales de Hassan II pronunciadas un 16 de octubre de 1975 “liberar nuestro Sahara expoliado”, palabras que se basan en el juramento de su Padre SM Mohammed V. La determinación del Reino de Marruecos fue, es y será irrenunciable. La recuperación de Essaquía al Hamra y de Oued Eddahab no es un capricho expansionista marroquí, sino un acto de recuperación y reunificación Nacional.
La marcha tuvo desde el inicio un carácter pacífico, tal como SM Hassan II lo expresa el 5 de noviembre cuando se dirigió a los voluntarios para anunciarles que al día siguiente, avanzarían hasta cruzar la frontera. «No quiero hacer la guerra a España», dijo el monarca alauí en su discurso a su pueblo, animándolo a confraternizar con los españoles que encontraran a su paso: «Si encuentras a un español, militar o civil, abrázalo y bésalo y festeja el encuentro».
También es importante recordar que mientras la administración franquista seguía defendiendo en público el derecho de autodeterminación reconocido por Naciones Unidas, mandaba a un representante para iniciar las conversaciones secretas con Rabat. La estrategia marroquí para iniciar la reunificación había dado comienzo. España tenía las de perder, pero nada más lejos de la realidad. El régimen no sólo conocía los planes marroquíes, sino que los acordó con ellos. Un cable enviado desde la embajada en Marruecos el 23 de octubre dejó a las claras los términos del pacto que alcanzaron Hassan II y el enviado español José Solís, ministro del Movimiento.
El 25 de octubre, en un encuentro con Solís a su regreso de Rabat, el ministro del Movimiento Nacional dio cuenta de su reunión con Hassan II, una reunión que calificó de «realista, positiva, dura y fructífera». José Solís, el hombre Franco dejó claro que por nada del mundo el régimen quería perturbar sus relaciones con Rabat. «España desea salir del Sáhara […]. Solís dijo que está a favor de un acuerdo por el que la región se convierta en una provincia autónoma de Marruecos». Cuatro meses después se hizo realidad. Por lo que de invasión nada de nada. Recuperación acordada de las provincias del sur.
Todo estaba acordado y Rabat envió el primer grupo de «marchadores verdes» al Sáhara el 30 de octubre, y no el 6 de noviembre, fecha oficial del inicio de la Marcha Verde, para bloquear una posible intervención de Argelia contra la invasión. Por ello la fecha del 6 de noviembre de 1975 que hoy celebran todos los marroquíes, en la que 350.000 marroquíes concentrados en Tarfaya, iniciaron en coches y a pie a través del pedregoso desierto, la Marcha Verde en dirección a El Aaiún, capital de la provincia colonial española, es una fecha de paz y reunificación del Reino de Marruecos a la que jamás renunciaran.
Una semana después, con Juan Carlos de Borbón como jefe de Estado en funciones —Franco ya agonizaba en Madrid—, España, Marruecos y Mauritania firmaron el Acuerdo Tripartito de Madrid, en el que España reiteró su intención de descolonizar el Sahara «poniendo término a las responsabilidades y poderes que tiene sobre dicho territorio como potencia administradora» e instituyó una administración temporal «en la que participarán Marruecos y Mauritania, en colaboración con la Yemaá», la asamblea de notables tribales, estableciendo que esta sería la expresión de la opinión del pueblo saharaui. Por último, se estableció que España pondría fin a su presencia en el territorio antes del 28 de febrero de 1976.
Por desgracia, el Gobierno de Marruecos se enfrentó a un serio desafío de una izquierda política impulsada por los éxitos de Houari Boumediene en Argelia, Muammar Gaddafi en Libia y Gamal Abdel Nasser en Egipto. Nasser había muerto en 1970, pero su socialismo panafricano seguía inspirando movimientos antimonárquicos en toda África y en el mundo.
De tal modo se creó un conflicto artificial utilizando a la banda armada del Polisario, ya en manos de los golpistas que se hicieron con el control de la banda de forma violenta para ponerla al servicio de los intereses argelinos y panarabistas en contra de Marruecos. Conflicto sin sentido que en la actualidad languidece acorralado por la verdad de la recuperada soberanía sobre las provincias del sur en la Marcha Verde y décadas de éxitos diplomáticos del Reino de Marruecos en las más altas instancias internacionales.
Hoy la inmensa mayoría de países del mundo reconocen la soberanía marroquí, y aplauden la propuesta autonómica para la resolución del conflicto. Un éxito que comenzó SM Mohammed V, continuó SM Hassan II, SM Mohammed VI, todo un esfuerzo colectivo de la monarquía, junto a su pueblo, lleno de lucha, unidad y éxito.
Pedro Ignacio Altamirano